Frasco vacío
De vidrio, frágil y más transparente que nunca, porque me acababan de lavar. Las gotas recorrían las curvas dispuestas bajo el cuello, que serían mis hombros. Parado en la estantería, lejos del suelo, exponiéndome. Diciendo todo lo que me callaba. Eso que resonaba en mi cabeza y que no quería expresar porque sentía que no le iba a gustar a nadie, ni a mí. Ahí estaba yo, reconociéndome por fin como un frasco vacío, sin motivaciones, sin pasiones. Sin una razón por la cual seguir en el estante, sin una razón que me detenga para no rodar hacia el piso y estrellarme generando constelaciones de vidrios minúsculos que brillen con la lámpara de luz fría de la cocina. Y descubriendo al fin, que ser un frasco vacío no quiere decir que seas inútil. Un frasco vacío y limpio está preparado y listo para ser llenado en cualquier momento, de cualquier cosa. Jugo de naranja, salsa de tomate, semillas de girasol, azúcar, papelitos de colores con sueños y aspiraciones, fotos con recuerdos, idea