Serpientes y cadenas



Hace tiempo cargo un nudo de cadenas
que son como un vidrio polarizado
para los colores del otoño y la primavera.
Pesan y me anclan en el suelo,
y aunque aleteé con fuerza,
el sueño de volar es solo eso, una fantasía.

A veces me acostumbro
al chirrido de las cadenas cuando trago,
al olor a metal, y el sabor a óxido.

Hay días en que creo que mis piernas se fortalecen y ya no me pesan.
Pero no.
Soy la misma de siempre.
El mismo cuerpo frágil y débil.
De huesos finos.

Las cadenas anudadas, enmarañadas, siguen ahí.
Y cuando tiro de una queriéndolas derenrredar
duele, duele mucho,
y se ajustan más.
Un eslabón se abre y cae. Pero cuando miro,
el nudo se hizo más grande.

Miles de eslabones y cadenas entrelazadas como serpientes constrictoras que se aprietan unas a otras.
El chirrido y el siseo son tan fuerte que muchas veces no me escucho, ni por dentro, ni por fuera.

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