"La herida es el lugar por donde entra la luz"
Leí en mi agenda un día. No conozco su autor ni en qué contexto fue dicha/escrita, pero me puso la piel de gallina pensar en lo mucho que me representa(ba).
Cuando descubrí que era un frasco vacío se abrió la herida, y esta dejó entrar una luz con la forma de un pequeño pez que comenzó a abrirse paso por las aguas estancadas de la creatividad.
El día que volvía caminando del laboratorio donde momentos antes intentábamos inútilmente darle vida a un Frankestein sin pasión ni corazón, el pez formó un cuerpo medio traslúcido. Ese día, mientras miraba las hojas de los árboles teñir todo de amarillo, el pez comenzó a nadar y remover esas aguas.
Primero surgieron luces de colores cyan y magenta, y después una caricia en las pieles iluminadas por las mismas. Seguido de eso... EL HAMBRE. Pensé en qué iba a comer, ya que se acercaba el mediodía, como todos los mediodías, y las noches, los almuerzos, las meriendas, los desayunos y las cenas, y las reuniones sociales.
Descubrí, o tal vez ya lo sabía, que en mi vida actual tan monótona y aburrida, como también en esos interminables viajes en colectivo a mi ciudad natal; la comida representa un momento excepcional, destacable, que me saca un poco de la monotonía. Y pensé también en cómo mis relaciones sociales están atravesadas por la comida, porque siempre es buena excusa juntarse a comer.
Entonces, el pez inició su metamorfosis y al sol, algunas escamas relucieron doradas.
El hambre me hizo pensar en el amor, y estos dos juntos en el instinto, y en lo parecidos que somos a los animales.
Y así, con sus aletas, aquel ser acuático dejó un halo holográfico en mis aguas mentales, en forma de dos personas (o personajes) enfrentadas que comen, y después una come y la otra observa, y vuelven los dos a comer, y hablan, y se acarician, y se besan. Y se comen entre sí.
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