Angustia
En el pecho, una bandada de pájaros ansiosos por volar, son impedidos por una caja de hierro, pesada, oscura, cerrada, comprimida. Se chocan con las paredes de la caja, se lastiman, siguen volando, luchan por salir, pero no pueden, se chocan entre ellos. El ritmo que produce su colisión se siente como un aumento en el ritmo cardíaco. Son pájaros negros, ¿Serán cuervos? Sus plumas... no, no tienen plumas. Murciélagos.
El rostro, de marfil, congelado, estático. La mirada perdida, triste, fría, húmeda. Gotas de cristal que luchan por salir, pelean contra la fuerza de voluntad propia que las contiene en su lugar, de la misma forma que la caja reprime a los murciélagos. Los labios relajados pero juntos, los dientes apretados, conformando una cárcel, temiendo liberar fantasmas que provienen desde el estómago retorcido.
La piel helada, escalofríos que recorren la espalda todo el tiempo, un invierno eterno en el cuerpo.
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