Lluvia de Otoño
Las tardes de otoño son
diferentes a las demás, en ellas se pueden encontrar retazos de tiempos
pasados, fusionados en un mismo momento y lugar. De alguna manera, el aire que
se respira en estas tardes es más refrescante, porque aún posee la calidez del
verano que fue, y comienza a mostrar la frescura del invierno que vendrá. Las
tardes de otoño son diferentes a las demás por momentos como este.
El viento se hizo ausente,
quizás estaba cansado, el sol se escondía detrás de ese mar de nubes estáticas,
y yo simplemente me dejaba atrapar por el aire de la caída, liberando mi
esencia sobre el suelo, y todo lo que hubiera sobre él. Ella estaba sobre él,
caminaba lento, pero constante. No pude verle el rostro, su cabeza iba gacha,
sus manos en sus bolsillos, sus hombros caídos, no parecía querer caminar pero
al mismo tiempo sí. Dio unos pasos y
giró en la esquina, entró en una
plaza, miró hacia arriba y sonrió.
Ella era como el otoño, poseía
una frescura rara, parecía mimetizarse con el aire del lugar, pude notar una
calidez que emanaba, provocaba que las hojas no cayeran, querían seguir en lo
alto viéndola, observándola. De alguna manera, mi presencia no la molestaba, al
contrario, cada gota de mí que caía sobre ella, parecía relajarla, como si
fuera una caricia, como si en verdad hubiera entrado en la plaza y se hubiera
sentado en ese banco, solo para disfrutar de mí, un deseo de nostalgia y
soledad plasmado en cada gota sobre su cabeza.
De alguna manera, ajena a mí,
comencé a sentir lo que las personas llaman curiosidad, y es que verla a ella,
sentada en ese banco con las piernas arriba y su cabeza apoyada en sus
rodillas, me hizo desear ser humano. Era como, si en verdad disfrutará de mí, o
en verdad no me prestara atención. Mis gotas comenzaban a inundar cada parte de
su cuerpo y en su delirio de soledad tratando de esconderse de su realidad,
ella levantó la cabeza y miro fijo al cielo, con recelo, como esperando ver
algo, como esperando, a alguien. No podía distinguir bien su mirada, mis gotas
me molestaban, quería verla.
Me volví rocío, y fue así que
pude notar, que no eran mis gotas las que brotaban por sus ojos. No comprendía
del todo el por qué, las emociones humanas me son extrañan, pero al sentirla
tan plácida debajo de mí, percibí como si en mis gotas encontrara ese pedazo de
cielo que anhelaba. Una lágrima broto por su ojo izquierdo, comenzó a
deslizarse por su mejilla al mismo tiempo que una mis últimas gotas, se
encontraron en su mentón, se fusionaron, por un momento fuimos uno, me sentí
desbordaba. Luego cayeron hasta morir en un charco.
El viento cesó su tregua, y
comenzó a soplar fuerte, los nubarrones comenzaron a moverse y supe que sería
mi última oportunidad de verla. Junte las fuerzas que me quedaban y me lance hacia
ella. Mis gotas acariciaron su pelo, sus mejillas, sus labios. Cayeron incluso
en sus ojos, pero ella jamás dejó de mirar al cielo. De repente, corriendo el
pelo de su cara, suspirando y con todo el dolor de esa plaza en su pecho, dijo:
”el camino por delante está lleno de
sueño rotos”. Fueron las primeras y únicas palabras que escucharía de ella,
su voz quedaría grabada en cada gota de mí. Ya no me quedan fuerzas, lo he
dejado todo, en las hojas de los árboles, en la tierra en el césped, en cada
charco de esa plaza, y en su rostro.
El viento sopla más fuerte,
por hoy he muerto, ya no puedo despedirme.
Solo escucho los pasos de esa mujer.
~ Hikaru-san
Oh wow o_o
ResponderEliminarPrimero pensé que era tuyo, y me pareció raro que tuviera algunos errores, pero luego "Hikaru-san"
Dat Hikaru xD
Me gustó este relato, excelente.