Arcoiris
Un haz de luz multicolor formado por el reflejo de un rayo
de sol a través de un gota de agua aprisionada y apretujada por sus compañeras
formando una nube en el cielo grisáceo, llama mi atención durante el largo
camino a casa.
Surge detrás de la espalda de la montaña acariciándola suavemente,
haciéndola resplandecer y embelleciéndola aún más de lo que ya es, susurrándole
al oído que lo deje pasar, para situarse luego frente a mí al momento de doblar
la curva.
Viajando en línea recta ahora lo veo, el bellísimo arco de
colores en el centro de la ruta invitándome bajo su resplandor para quedar a
salvo de la lluvia, invitándome a refugiarme bajo su ala protectora,
invitándome a entrar a un mundo de ilusiones.
Sigue llamándome desde el centro de la ruta, y yo lo sigo
pero no lo alcanzo. Camino y éste camina delante de mí. Corro y éste corre
delante de mí. Siempre salvando la misma distancia que nos separa. Y cuanto más
intento alcanzarlo más se aleja. Es precioso e inalcanzable. Y es una ilusión.
Pero no es una ilusión cualquiera, salida de la imaginación
del inconsciente de cualquier ser humano. Es una ilusión que se puede
compartir. Porque yo lo veo, pero quien viaja conmigo también lo ve y es quien
me lo hace notar, porque es quien lo descubre escondido detrás de la montaña. Y
es entonces cuando deja toda la timidez atrás y se anima a mostrarse más, dando
unos pasos hasta ponerse delante de nosotros.
Pero las cosas ilusorias y bellas son efímeras, y aquel
semicírculo multicolor también. Ahora, cansado de esperar, yace a un costado
con colores pasteles débiles, frágiles y translúcidos. Se despide con su saludo
particular y comienza a desvanecerse sin dejar rastro, como si nunca hubiera
estado allí.
Hasta luego, hermoso
arcoiris.
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